Publicaciones en Desarrollo personal
Intuición en la toma de decisiones

Nuestras vidas son la suma de las decisiones que tomamos, ya sean  en el mundo del trabajo o en la vida privada.  

Y en todas las tomas de decisión llega un momento crucial en el que  debemos optar por un camino o por otro. 

Decidir demasiado pronto puede acarrear consecuencias  desastrosas, retrasar la decisión más allá de lo prudente puede  significar perder la oportunidad.  

Con frecuencia el cuándo es tan importante como el qué.

Para quienes tienen la responsabilidad de tomar decisiones la  mayoría de las veces se pasan el tiempo reuniendo datos,  analizándolos y volviéndolos a analizar, con la esperanza que surja  un último detalle convincente que les indique el camino. 

“El exceso de análisis provoca parálisis” 

Si con la espera se va a eliminar una opción importante, decida  ahora. 

A veces incluso después de una preparación cuidadosa, no  acabamos de decidirnos. Una posible razón es que la mente  consciente está tomando una decisión que la mente inconsciente  rechaza. 

Podría ser la intuición, que se basa en experiencias y emociones difíciles de cuantificar. 

Al tomar una decisión nunca pase por alto la voz de la intuición. 

“Nunca permita que le presionen para tomar una decisión sin antes, haber estudiado otras alternativas”  

Amado Martínez

Tener esperanza
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La Esperanza alienta a pesar de todas las probabilidades adversas.

El escritor norteamericano Damon Runyon nos recuerda “la vida está en contra nuestra por seis a cinco”. Siempre lo ha estado, sin embargo la mayoría nos aferramos casi siempre a la esperanza.

Cada mañana renacemos, pues pasa la noche, escapamos de la oscuridad de nuestros sueños y volvemos a la luz del ser, recobramos la Esperanza de forma tan natural como germina la semilla y sale el Sol y tal vez por la misma razón.

El doctor Martin Seligman de la Universidad de Pensilvania, ha hecho experimentos sobre las causas de la depresión, trastorno mental que cada año afecta a millones de personas, y comprobó que el paciente deprimido considera cualquier obstáculo por insignificante que sea, una barrera infranqueable. Tales individuos no reaccionan ante nada, pues piensan que todo cuanto hagan será inútil.

En esos casos el tratamiento empieza a ser eficaz cuando recobramos la esperanza de volver a ser personas útiles y capaces de gobernar nuestra vida.

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Nunca pensemos que los pesimistas poseen la verdad. Esas personas prefieren vivir en la niebla del escepticismo a exponerse a sufrir un desengaño. Además, en cuanto decimos que ya no hay esperanza, nos atamos de manos, no hay mejor excusa para abandonar la acción. Es el adulto y no el niño que hay en nosotros, el que nos impulsa a levantarnos, exclamando fuerte a los peores infortunios: “Mañana nos irá mejor”.

Cuando me encuentro en un laberinto sin salida, hago algo, a pesar de todo. He ahí un buen consejo para quién se sienta paralizado por la desesperación, pues le ayudará a salir de la modorra. Si todo lo demás está paralizado recordemos que al menos tenemos en nuestras manos la facultad de cambiar nosotros mismos.

“El ánimo alegre mantiene la edad florida” nos dice el libro de los proverbios. Esta antigua verdad ha reafirmado su vigencia en nuestra época.

Hagamos acopio de esperanza, fuerza tan real y eficaz como el Sol en primavera y aunque no lo fuera, su magia surtiría efecto, ya que constituye un fin en si misma, es, en suma, un acto de valentía, un estado de ánimo, un estilo de vida, un clima de los afectos.

Lo cierto es que, ni el individuo, ni la sociedad pueden sobrevivir sin ella, porque la esperanza es el mecanismo que mantiene a la raza humana tenazmente activa, soñando, proyectando, construyendo. Es la antítesis del escepticismo y la desesperación.

Mantengamos siempre viva la llama de la esperanza y nos ira mucho mejor.

Amado Martínez