Nuestras vidas son la suma de las decisiones que tomamos, ya sean en el mundo del trabajo o en la vida privada.
Y en todas las tomas de decisión llega un momento crucial en el que debemos optar por un camino o por otro.
Decidir demasiado pronto puede acarrear consecuencias desastrosas, retrasar la decisión más allá de lo prudente puede significar perder la oportunidad.
Con frecuencia el cuándo es tan importante como el qué.
Para quienes tienen la responsabilidad de tomar decisiones la mayoría de las veces se pasan el tiempo reuniendo datos, analizándolos y volviéndolos a analizar, con la esperanza que surja un último detalle convincente que les indique el camino.
“El exceso de análisis provoca parálisis”
Si con la espera se va a eliminar una opción importante, decida ahora.
A veces incluso después de una preparación cuidadosa, no acabamos de decidirnos. Una posible razón es que la mente consciente está tomando una decisión que la mente inconsciente rechaza.
Podría ser la intuición, que se basa en experiencias y emociones difíciles de cuantificar.
Al tomar una decisión nunca pase por alto la voz de la intuición.
“Nunca permita que le presionen para tomar una decisión sin antes, haber estudiado otras alternativas”
Amado Martínez